¿Por qué siento FOMO?

Te despiertas una mañana y lo primero que haces es revisar tu teléfono. La pantalla brilla, mostrando notificaciones de redes sociales, mensajes de amigos y titulares de noticias. Deslizas rápidamente por todo, pero sientes una punzada en el estómago. No estabas allí cuando ocurrió. Te lo perdiste. Y así, nace una sensación familiar: el miedo a perderte algo importante, el FOMO.

¿Por qué sentimos FOMO? Es una pregunta que puede parecer simple a primera vista, pero tiene capas de complejidad que se remontan a la psicología humana básica. En una era donde las redes sociales están presentes las 24 horas del día, el miedo a estar desconectado o a no ser parte de las conversaciones importantes es más común de lo que imaginamos. Incluso si sabes que tu vida está bien, que tus amigos están a salvo y que el mundo sigue girando, esa pequeña semilla de duda crece dentro de ti.

Todo comenzó hace unos años, cuando las redes sociales se convirtieron en una extensión de nuestra vida diaria. No basta con vivir el momento, ahora también tenemos que documentarlo, compartirlo y compararlo con los demás. La comparación es la madre del FOMO, y las redes sociales son el caldo de cultivo perfecto. Ves a tus amigos viajando, asistiendo a eventos exclusivos, disfrutando de comidas exóticas, y te preguntas: ¿por qué no estoy allí?

A menudo, lo que sentimos es una desconexión entre nuestra realidad y la idealización que vemos en las redes sociales. El FOMO no es nuevo, ha existido en diversas formas a lo largo de la historia. Antes, las personas podían sentirlo al leer cartas de amigos que vivían en ciudades lejanas o al ver fotografías de eventos a los que no asistieron. Pero hoy, con el acceso instantáneo a la vida de los demás, la intensidad de esa sensación ha aumentado exponencialmente.

Pero hay una trampa: lo que ves no es la realidad. Las redes sociales solo muestran lo que las personas quieren que veas. Es un escaparate cuidadosamente curado. Sin embargo, tu cerebro no siempre lo percibe así. La psicología detrás del FOMO está relacionada con la evolución. Los humanos somos seres sociales y, a lo largo de la historia, nuestra supervivencia dependía en gran medida de estar conectados con los demás. Ser excluido de una tribu o comunidad podía significar la muerte. Aunque ya no vivimos en esas condiciones extremas, el cerebro aún responde de manera similar.

Un estudio realizado en 2020 mostró que casi el 70% de las personas jóvenes admiten haber experimentado FOMO en alguna forma. Sin embargo, el FOMO no solo afecta a los jóvenes. Todos, independientemente de la edad, pueden sentirlo, especialmente cuando las redes sociales permiten una comparación constante y superficial con las vidas de los demás.

Entonces, ¿cómo lo manejamos? La clave está en la autoconciencia. Saber que el FOMO existe y reconocer cuándo lo estás sintiendo es el primer paso. Si puedes reconocer ese sentimiento, es más fácil resistir la tentación de caer en el ciclo de la comparación. Otra estrategia efectiva es limitar tu exposición a las redes sociales. Muchos estudios han demostrado que reducir el tiempo que pasamos en ellas disminuye drásticamente los niveles de ansiedad y FOMO.

Finalmente, es importante recordar que lo que realmente importa es tu vida, no la de los demás. Las experiencias que tienes, incluso si parecen pequeñas o insignificantes comparadas con las que ves en línea, son reales y auténticas. No necesitas estar en todos lados ni ser parte de cada conversación para tener una vida plena y satisfactoria.

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